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    elugarsecretoblog
  • 1 oct 2018
  • 5 Min. de lectura
Dios estaba conforme con que sus reyes fueran débiles, castos y modestos, porque entonces tendrían que confiar en él para su reputación, para su protección.

¿Te has fijado alguna vez en que algunas de nuestras más fuertes tentaciones surgen en torno a los mayores dones de Dios? La comida, el dinero, el sexo, el ministerio, la autoridad; todo esto puede ser usado para un enorme bien, y, no obstante, constantemente descubrimos que están acompañados por enormes dificultades. Así es la vida en este mundo pecaminoso, un mundo en el que convertimos las bendiciones en maldiciones, los dones en tentaciones. Los dones de Dios amenazan muy rápidamente con desplazar a Aquel que los otorga.

Dios no aprecia la competencia. Esto lo hallamos en toda la Biblia, pero encontré cierta evidencia particularmente interesante al respecto cuando estudiaba Deuteronomio 17 la semana pasada. Dios había salvado a su pueblo de la esclavitud y destruido a su archienemigo, Egipto. Ahora él reinaba como su bueno y bondadoso rey. No obstante, aunque él amaba a su pueblo, también lo conocía. Sabía que en el futuro ellos iban a exigir un nuevo rey, un rey humano. Así que, cientos de años antes que el pueblo aclamara al rey Saúl, Dios les dijo quién y cómo debía ser su rey: debe ser un hombre que Dios escoja, debe ser un israelita, y debe conducirse por tres importantes reglas: «El rey no deberá adquirir gran cantidad de caballos, ni hacer que el pueblo vuelva a Egipto con el pretexto de aumentar su caballería, pues el Señor te ha dicho: “No vuelvas más por ese camino”. El rey no tomará para sí muchas mujeres, no sea que se extravíe su corazón, ni tampoco acumulará enormes cantidades de oro y plata» (Deuteronomio 17:16-17).

¿Te fijaste en lo que Dios destacó ahí? Destacó la guerra, las mujeres, y la riqueza. Prohibió la temeraria acumulación de las tres. ¿Por qué? De todas las cosas que podrían importarle a Dios, ¿por qué estas tres? No es que hubiera algo intrínsecamente malo en ellas. Más bien se debe a lo que la guerra, las mujeres y la riqueza representaban para un rey y un reino en aquel tiempo y lugar. Cada una de estas cosas era una tentación para que un rey hallara su reputación y su seguridad fuera de Dios. De esa forma, ellas amenazarían con desplazar a Dios de una posición que él reclamaba legítimamente para sí. Una total obsesión con alguna de estas cosas o las tres sería un total rechazo de Dios.

Obsesión con la guerra. Un gran ejército incentivaría al rey a descansar en sí mismo, confiado en que su seguridad depende de su capacidad de hacer guerra. Inevitablemente olvidaría que su seguridad última está en Dios: Dios le había prometido a su pueblo que los cuidaría, y ya lo había demostrado una y otra vez. Un gran ejército también representará una gran reputación, pues haría que un rey luciera poderoso a ojos de otros reyes. No obstante, el pueblo de Dios debía preocuparse por obedecerle a él, no por acomodarse a las demás naciones.

Obsesión con las mujeres. Aquí la preocupación de Dios no se relacionaba en primer lugar con la lujuria sexual sino con el poder político. En aquel entonces, un rey poderoso se casaba con princesas de otras naciones como un medio de establecer tratados políticos. Estos tratados harían el país más seguro y fortalecerían la reputación del rey como un gran estadista. Pero Dios no quería que su pueblo hallara su seguridad en alianzas políticas, y no quería que su pueblo se entrelazara en matrimonio con extranjeras, porque aquellas mujeres poderosas e importantes traerían consigo sus dioses. Con esos dioses vendría la tentación de abandonar al Dios verdadero por los ídolos.

Obsesión con la riqueza. En lo que respecta a la riqueza, un rey se vería tentado a confiar en que su dinero lo mantendría seguro en lugar de confiar en su Dios. El dinero se podría usar para contratar o financiar un enorme ejército, o se podría usar para sobornar a los atacantes. En cuanto a la reputación, un rey era considerado especialmente poderoso si usaba su riqueza para construir grandes palacios, templos, y monumentos. Pero, una vez más, Dios quería que su pueblo hallara su seguridad en él, y las promesas de su pacto. Dios quería que su pueblo se preocupara mucho más por su reputación delante de él que delante de cualquier otro.

No es de extrañar, entonces, que Dios advirtiera a sus reyes acerca de las tres tentaciones de la guerra, las mujeres y la riqueza.

¿En qué ámbito te ves tentado a buscar reputación a los ojos del mundo antes que a los ojos de Dios? ¿Y en qué ámbito te ves tentado a buscar seguridad en cosas que puedes acumular antes que en las promesas de Dios? ¿En qué ámbito te ves tentado a transigir? ¿Puedo sugerir algunos ámbitos comunes?

Sexo, género y sexualidad. Hoy, una enorme y creciente tentación a ese tipo de transigencia está en el ámbito del sexo, el género y la sexualidad. En la Biblia leemos la clara verdad de que «hombre y mujer los creó». Pero ahora se nos dice que el sexo y el género son fluidos, que creer algo distinto es una terrible forma de intolerancia y discriminación. Hay una gran presión sobre nosotros para que cedamos, para que permitamos que un poquito de lo que ellos creen se introduzca en lo que nosotros creemos, solo lo suficiente para estar a salvo, lo suficiente para ser respetables. Esta es la razón exacta por la que todos los políticos se están subiendo al carro. Nosotros podemos enfrentar la misma tentación, pero eso implica nada menos que hacer un trato con el mundo. Es obtener la ilusión de la seguridad y el tipo de reputación equivocado mediante la transigencia.

Finanzas. Otra grave tentación está en el área de las finanzas personales. Podemos mirar al dinero para establecer y potenciar nuestra reputación. Grandes casas, bellos autos, ropa de diseñador, todo esto son medidas mundanas de éxito. No necesariamente son malas, pero sí nos piden que seamos cautos, queseamos sabios, para discernir el estado de nuestro corazón. Es mucho mejor tener poco mientras nos vemos grandes a los ojos de Dios. Y en lo que respecta a la seguridad, muchos nos sentimos seguros cuando tenemos mucho dinero e inseguros cuando tenemos poco. Sabemos que las promesas de Dios se encargan de cada una de nuestras necesidades, pero esas promesas nos resultan mucho más fáciles de creer cuando tenemos montones de dinero acumulado en nuestras cuentas de ahorro y jubilación. Si solo creemos en las promesas de Dios cuando ya tenemos lo que necesitamos, ¡no hemos entendido nada! Nuestra seguridad proviene de que Dios nos haya adoptado en su familia, no del tamaño de nuestra cuenta bancaria.

En la era de los reyes, las riquezas, la guerra y las mujeres eran un desafío para Dios. Dios estaba conforme con que sus reyes fueran débiles, castos y modestos, porque entonces tendrían que confiar en él para su reputación, para su protección. En nuestra época tenemos nuestros propios desafíos. Dios, por medio de su Palabra, nos llama a hallar nuestra reputación y protección en él, a ser fuertes en él aun si eso nos hace débiles a ojos del mundo.

Nota: Teniendo en cuenta todo esto, ve y lee 1 Reyes 10-11, el relato del reinado y la caída del Rey Salomón. ¿Cres que el autor intentaba destacar alguna obsesión en particular de Salomón? ¿La guerra? Sí. ¿Mujeres? Sí. ¿Riqueza? Sí. ¡Todo está ahí!





Escrito por. Tim Challies.

 
 
 
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  • 21 sept 2018
  • 2 Min. de lectura
Pero cuando Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia… (Gálatas 1:15)

Meditemos en la conversión de Pablo, la soberanía de Cristo y lo que los pecados de Pablo tienen que ver con nuestra salvación.

Pablo dice que Dios «me apartó desde el vientre de mi madre», y que luego, en el camino a Damasco, «me llamó por su gracia» (Gálatas 1:15). Esto significa que, entre el nacimiento de Pablo y el llamamiento en el camino a Damasco, él ya había sido escogido pero aún no había sido llamado como instrumento de Dios (Hechos 9:15; 22:14).

Lo anterior significa que Pablo estaba golpeando y encarcelando y asesinando a cristianos como un escogido de Dios que pronto se convertiría en un misionero cristiano.

Y aconteció que cuando iba de camino, estando ya cerca de Damasco, como al mediodía, de repente una luz muy brillante fulguró desde el cielo a mi derredor, y caí al suelo, y oí una voz que me decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos 22:6-7).

No había forma de negarlo o escaparse. Dios lo había escogido para esto antes de que él naciera, y ahora lo estaba llevando a cabo. La palabra de Cristo es soberana. No había negociación posible.

Levántate y entra a Damasco; y allí se te dirá todo lo que se ha ordenado que hagas (Hechos 22:10).

Damasco no fue el lugar donde el libre albedrío de Pablo cediera a Cristo después de décadas de intentos divinos inútiles para salvarlo. Dios tenía un tiempo para escogerlo (antes de que naciera) y un tiempo para llamarlo (en el camino a Damasco). Pablo cedió cuando Dios lo llamó.

Por lo tanto, los pecados que Dios permitió que ocurrieran entre el nacimiento de Pablo y su llamamiento fueron parte del plan, ya que Dios podría haber hecho la obra de Damasco antes.

¿Tenemos alguna idea de lo que el plan de esos pecados podría ser? Sí. Fueron permitidos para ustedes y para mí —para todos aquellos que teman que sus pecados estén fuera del alcance de la gracia—. Es de esta manera que los pecados de Pablo se relacionan con nosotros.

Aun habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia… por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en Él para vida eterna (1 Timoteo 13, 16).

¡Oh, cuán dulces son los designios de Dios, que en su soberanía salva a pecadores endurecidos!


J.

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  • 10 sept 2018
  • 5 Min. de lectura
Hay una brecha muy grande entre decir "Jesús es mi Señor" a que en verdad lo sea.


Repetir algo con frecuencia no quiere decir que sea una verdad en tu corazón; yo puedo decir con frecuencia en las mañanas: ¡Buenos días! por pura costumbre y realmente no sentirlo, puedo decir ¡Te quiero mucho! por puro compromiso; y hasta decir, ¡Dios te bendiga! sin de verdad desearlo. Y esto se debe a que vivimos dentro de un sistema de muchos "formalismos, muletillas y costumbres"


Lo mismo puede ocurrirnos cuando decimos al final de nuestras oraciones -" ¡En el nombre del Señor Jesús!"- y no tener la mas mínima revelación y profundidad de lo que esto significa. Es triste decirlo y duro de asimilar; pero la realidad es que la mayoría de la "información cristiana que tenemos en nuestra mente" es solo eso, ¡Mera información! Pues, nos hemos conformado a "saberla" y olvidado por completo la importancia de escudriñar las Escrituras hasta que estas se vuelvan verdades eternas hechas vida en nosotros y sean la base de los cimientos de nuestra fe.


"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquél día;"Señor, Señor, ¿No profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros? Entonces les diré claramente: "Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!"Mateo 7:21-22

Es por esta razón que quiero escribirte sobre esto que el Espíritu Santo a través de la Escritura me ha estado hablando; tengo que decirte que no fue para mi fácil de asimilar y me llevó a examinar por completo los cimientos de mi fe.

Al leer Mateo 7:21 muchas veces lo relacionamos con el hecho de que quizá hay unos que ciertamente no son de El, y que al final de los días será revelado quienes si son de Cristo y quienes no; y que al final no importará que tanto hicimos; sino más bien si cumplimos su voluntad.


¿El realmente es tu Señor?


Pero yo hoy quiero ir más profundo. Al estar estudiando esta palabra, como mencioné, me di cuenta de algo terrible; ¡Me di cuenta que realmente no entendía lo que significaba que el sea mi Señor! El Espíritu Santo comenzó a confrontarme y a revelar a mi corazón, como en realidad el decirle ¡Señor Jesús esto! ¡Señor Jesús lo otro! Era parte de una rutina, un sello religioso y formalismo cristiano aprendido; ¡Era todo! Menos una revelación real del Señorío de Jesucristo en mi vida. ¡Decía para todo "Señor Jesús", pero mi vida y mis frutos no revelaban una sumisión, obediencia y reverencia total ante el señorío de Cristo; pues aún encontraba en mi permisos hacia mi carne,caprichos, vanidades y hasta quejas! ¿Te sientes identificado?


En pocas palabras, le decía Señor a Alguien a quien en realidad no estaba sujeta en cada área de mi vida. De un momento a otro me di cuenta que estaba igual que estos tipos en Mateo 7;21 ¡No todo el que diga Señor, Señor será salvo!, esto me rompió el corazón.


Para que entiendas un poco mejor la profundidad y urgencia de entender esto y examinarnos, quiero compartirte las siguientes definiciones que encontré en el Diccionario de la Real Academia Española, (al leerlas te pido que medites unos minutos en ellas):


Señor: Persona que manda como dueño y con mucha autoridad, poseedor, persona con predominio sobre otras personas, ser el principal que tiene poder efectivo en algo.

Esclavo: Carece de libertad porque esta bajo dominio de su señor, sometido rigurosamente a un deber, rendido, obediente, está siempre aplicado


Después de leer esto... ¿Sigues creyendo que realmente Jesús es Señor y Rey en tu vida?


Estas son solo definiciones humanas, sombra muy pequeña de las verdades eternas, ¡Pero cuanto nos enseñan! Cuando hablamos de "Señor" hablamos de alguien que puede hacer lo que le plazca con su esclavo; y no te sorprendas al oír "esclavo" pues, por pura lógica cuando consideramos a alguien nuestro Señor; nos estamos reconociendo como esclavos y servidores Suyos.

Entonces volviendo a las definiciones y relacionandolas al tema podemos preguntarnos:¿Realmente Jesús es dueño de mi vida; en tanto que someto mis deseos y privilegios ante su Señorío?

¿Está mi voluntad sometida de manera obediente y firme para el cumplimiento de su voluntad?

¿Es en realidad mi Señor, de tal manera que puedo abandonarme a El mismo aunque eso signifique no tener una "vida plena" aquí en la tierra?

¿Es Jesús mi Señor de tal manera que estoy dispuesto a obedecer hasta derramar mi sangre por causa de Su nombre?

Es importante hacernos estas preguntas y entender que hay una brecha muy grande entre decir "Jesús es mi Señor" a que en verdad lo sea.


¿Si Jesús no es mi Señor, entonces quién lo es?


-Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado- respondió Jesús- Juan 8:34

Si no estamos sometidos en realidad al Señorío y autoridad de Cristo de manera total y absoluta, eso significa que El no es nuestro Señor; pero el que no sea nuestro Señor, no significa que no tengamos un dueño, un señor que rige nuestras vidas, impulsos y motivaciones.

Cuando nuestro pecado, queja, voluntad y deseos personales siguen gobernándonos, somos parte los que siguen bajo el señorío de satanás.

Pues solo aquel que tiene a Jesucristo como Señor total de su vida ya no vive para sí mismo sino que Cristo vive en El, con toda su autoridad y gloria; seguirá batallando con el pecado y la tentación mientras esté en la tierra pero correrá rápidamente en obediencia hacia Su Señor.


-Que no seamos hallados dentro de las filas de aquellos que creyeron conocerle y servirle, pero jamás lo hicieron, sino que se quedaron maravillados por los beneficios y emociones del "caminar Cristiano", pero nunca entendieron lo que significa tener a Jesús como Señor y caminar en obediencia bajo su Señorío.

"Espíritu Santo, gracias por hablar a nuestros corazones hoy, gracias por quitar el velo de la religiosidad que nos cubría de un falso conocimiento hacia Tí; gracias por el privilegio de escucharte y conocerte a la luz de tu Santa Palabra; perdónanos por la falta de entendimiento hacia tus verdades eternas. Jesús en esta hora nuestro único deseo es que seas nuestro Señor, que vengas y gobiernes cada área de nuestras vidas y estas puedan estar sujetas a ti para gloria de tu nombre; pastoreanos y guíanos a tu corazón; que la constante revelación de Jesucristo como nuestro Señor sea grabada en nuestros corazones eternamente; y así mismo podamos entender como es que debe de responder un esclavo que ha sido alcanzado por gracia y paz en obediencia y en amor constante hacia a Ti. Amén"



 
 
 

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